SuNsHiNe DaIsY

Las lágrimas se secan,
Pero las heridas no se van;
Un memorándum del tiempo,
Una pista de lo que vendrá.

Nada bien, nada bien, nada bien.

Negro.
Todo se va a negro.
Contra más brilla el sol,
más negro se ve el alrededor.

Nada le afecta
Ya no se daña
Es una pared
Ha soportado duros golpes y trizaduras
Pero no se ha caído.
Ahora le pegan, la insultan, le pintan garabatos
Pero ella no se queja; ya nada le afecta.
No siente necesidad de quebrarse ante una patada,
No, simplemente fría, descansa, observa, olvida.
¿Cederán sus cimientos algún día?

La herida sigue ahí, casi abierta.
La olvido,
pero a veces arde y recuerdo que existe.
Luego miro.
Sí, ahí está.
Cruel marca del destino;
Un minuto sin pensar;
Un minuto que se intenta olvidar;
Pero arde la herida y miro: sí, sigue ahí.

Hola sí yo solía escribir. Un ciempiés en un monte. Un mono en un árbol. Yo solía escribir. Un lápiz en el suelo y un cuaderno sin abrir. Solía mirarlos y poder escribir. Un gato sin gatas. Un perro en el agua. Y salía un poema. Un niño miraba. Una niña bailaba. Y había una historia. Ahora los años el tiempo el colegio el estudio la casa el colegio la vida el mundo... la tinta se seca. Las hojas se arrugan. Las lágrimas caen pero el lápiz inmóvil. El corazón arde y palabras no salen. Ni de la boca ni del alma ni del mismo corazón.

Me acuerdo que una vez hace algunos años atrás, estábamos en una pijamada donde una amiga, y todas queríamos quedarnos despiertas para ver aclarar. Claro, a los 12 años ninguna había hecho semejante cosa.

Ahora que miro hacia atrás y lo recuerdo, pienso que en ese entonces era algo tan magnífico el quedarse toda la noche despierto, o dormirse a las ocho de la mañana... nunca imaginábamos que unos pocos años después ese trasnoche iba a ser cosa de todos los días. Ahora cuánto daría por volver a la época en que estábamos durmiendo sin mayores preocupaciones mucho antes de la medianoche.

Sí, extraño a mi reloj biológico normalizado.

SuNsHiNe DaIsY 

Un bebé en un parque.
De repente, bota su tete.
Llora.
La madre recoge su tete.
El bebé lo toma lloroso.
Y sonríe.

Un bebé en una plaza.
De repente, se cae de rodillas.
Llora.
La madre lo recoge y lo abraza.
El bebé mira su herida lloroso.
Y se calma.

Un bebé en su casa.
De repente, siente hambre.
Llora.
La madre le pasa su botella.
El bebé la toma lloroso.
Y bebe feliz.


Para ellos, esas cosas son más fáciles.
Basta eliminar un poco de agua salda por lo ojos y... ¡tá-dá!
Sonríe :)

¿Qué queda para uno?
Pff, hay que hacer mucho más que derramar unas buenas lágrimas.
Es la perfecta y única solución para un bebé; pero para nosotros, los más grandecitos ¬¬ resulta poco favorable.

¡Cuánto anhelamos llorar y que sólo con eso se solucionen todos nuestros problemas!

u.u

Bueno, ahí, con las actitudes y los pequeños detalles de la vida diaria, se ven los verdaderos amigos.